miércoles, 22 de octubre de 2008

las riendas del caos






El caos, mi caos.
Caballo desbocado, indomable, salvaje.
Torbellino insondable que engulle cada partícula de razón.
¿Cómo sentirse al galopar a la velocidad de la luz,
A lomos de un caballo hereje y rebelde que sin sentir, ni latir
Se dirige a lo más recóndito de su locura, motivo del propio vivir?
¿Como aplacar el torrente, la marea o el desgarro interno de nuestra madre tierra,
Cuándo mis manos crispadas no hacen más que sujetarse envaradas,
Destejiendo la crin aterciopelada del insurrecto, agitador de mi mente sinfín?

Y entre tanto interrogante huérfano de respuesta, siento el sabor del octavo y perdido color del espectro, aroma insólito, autóctono del pasto llano donde arrasa mi caballo, el caos. Mi caos.

Vértigo y laberinto resuelto en un destello.
El nuevo, pasmoso, color de la luz desanuda mis manos torpes, guiándolas ciegamente. Y éstas, a su vez, palmeando el lomo estremecido del animal encuentran, al fin, las riendas toscas y gruesas que sosiegan y gobiernan, que retienen y liberan. Esas riendas que hacen de mi caos cierto caballo no tan desbocado, ni tan indomable, ni, puede que tampoco, tan salvaje.

Amnesia.

miércoles, 1 de octubre de 2008

euforia

Sonríe, sonríe, sonríe. Con ganas de vivir el mañana y de experimentar mis propios límites.
Un reto, un motivo.